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En Tumaco, zona de alto riesgo, UNP protege a los líderes social

En Tumaco, zona de alto riesgo, UNP protege a los líderes social

Algunos líderes de las negritudes del litoral pacífico nariñense que hace años huyeron de la región, expulsados por la violencia, hoy han vuelto y a diario recorren por tierra y mar los abigarrados caseríos de madera donde la comunidad los identifica como guías en el propósito de fortalecer los procesos locales de restitución de tierras, principalmente. Son hombres y mujeres que se negaron a dejar que los violentos utilizaran el miedo para frenar el desarrollo, y desde Tumaco viajan hasta siete horas por trayecto para cumplir su labor social.

Uno de ellos, un curtido vocero de los lugareños que se refugió en el interior del país cuando los actores armados comenzaron a asesinar a los líderes de la recuperación de sus tierras ancestrales, dice en pocas palabras que vale la pena continuar. Mientras trata de a​comodar su gran corpulencia en el puesto de atrás de un vehículo de su esquema de protección asignado por la UNP, aparato que avanza trabajosamente por una vía destapada, recuerda a sus compañeros muertos y afirma con convicción que, pese a todo, su destino está allí.

​​Cumple a diario una rutina que lo lleva a cubrir decenas de kilómetros en compañía de sus hombres de protección, de quienes dicen que son “muy profesionales”. “Ellos me cuidan pero yo también hago lo mismo con ellos porque son personas como cualquiera. Cuando vamos a ir a un sitio, yo primero averiguo cómo están las cosas y después tomamos las decisiones más adecuadas”, dice el líder negro que es reconocido en todas las comunidades que visita.

Pero en medio de ese paisaje donde los manglares señalan el límite de la tierra y el mar, y el calor húmedo hace que la ropa se adhiera a la piel, hay otros líderes que continúan con su trabajo orientador en los pueblos del litoral, gracias a los esquemas de protección que permanecen siempre alerta ante las eventuales amenazas. ​Sus miembros no dudan en saltar a la lancha con el protegido y, aunque saben que en el océano cualquier equipo de protección es más vulnerable que en tierra, ocupan sus posiciones y viajan con cautela escrutando el horizonte marino y la playa, a veces dominada por hileras de casas montadas en zancos de madera sobre el mar.

Dentro de los equipos de protección que operan en la costa Pacífica también hay mujeres que, como la mayoría de las personas vinculadas a estos grupos de trabajo, viven a gran distancia de sus seres queridos, a veces radicados en el interior del país, y ejercen con dificultad su papel de madres y esposas. Pero comprenden que es una situación inherente a su profesión y la asumen.

Por esa dedicación al trabajo, uno de los protegidos de la zona dice que sus escoltas, quienes diariamente lo acompañan en sus viajes en lancha, “son excelentes profesionales, con gran tolerancia y respeto hacia lo que representa el trabajo de los líderes que están siempre de un lado para otro hablando con la comunidad. Para mi son unos seres humanos especiales”, enfatiza el veterano luchador social mientras extiende su mirada confiada hacia un punto lejano de la costa, donde luego de cuatro horas de viaje reanudará su labor como promotor del proceso de restitución de tierras.​​

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